Madrugada 19 de Junio 2010

Todos los que somos Pedre, nos sentimos muy bien reconocidos como tal, ya que el Grupo 1, encargados de la liturgia  y nuestro Presidente Roberto, prepararon un linda madrugada con este emocionante acontecimiento. Muchas celebraciones: la muy grata presencia del Padre Juan Pablo Robegno quien nos ofició una linda misa, la también muy grata compañía de Mariza y Ana María y dos jovencitas de la familia de Schoenstatt Quillota. Rezo del Santo Rosario ante la presencia del Santísimo y San José. Por otra parte Cristian Soto quien nos compartió su alegría por recibir la gran noticia que va a ser papá,
"congratulation" para él y su señora.
El grupo 2 se esmeró en preparar un desayuno acorde a la ocasión, donde por supuesto que la palta no faltó. Hasta torta tenían, por lo que aprovechamos de celebrar los cumpleaños del mes, Arturo ya comentado la madrugada anterior y Hernán el próximo 23 de Junio , felicidades.







Muy a menudo nos sentimos solos.
Pero siempre hay alguien dispuesto a tomarnos la mano.
Haya una hermosa historia de una enfermera con exceso de trabajo que escoltaba a un cansado joven a la cama de su paciente.
Inclinándose y hablándole alto al anciano paciente, ella dijo: “Su hijo está aquí”
Con gran esfuerzo, abrió sus desenfocados ojos, luego lentamente los volvió a cerrar.
El joven apretó la envejecida mano en la suya y se sentó junto a la cama. Durante toda la noche estuvo sentado allí, tomando la mano del anciano y susurrando palabras de ánimo.
Para cuando amaneció, el paciente había muerto. En instantes, el personal del hospital llenó la habitación para apagar equipos y remover agujas.
La enfermera se puso al lado del joven y comenzó a ofrecerle sus condolencias, pero él la interrumpió.
“¿Quién era ese hombre?” preguntó.
La asombrada enfermera contestó: ”¡pensé que era su padre!” “No, él no era mi padre”, contestó él. “Nunca lo había visto en mi vida”
“Entonces, ¿porqué no dijo nada cuando traje a verle?”
“Me di cuenta que necesitaba a su hijo y que su hijo no estaba aquí”, explicó el hombre. “Y ya que estaba demasiado enfermo para reconocer que yo no era su hijo, supe que me necesitaba”.





La Madre Teresa solía recordarnos que nadie debería tener que morir solo. De igual manera, nadie debería tener que sufrir o llorar solo tampoco. O reír solo o celebrar solo.
Somos hechos para transitar por el camino de la vida tomados de la mano. Hay alguien listo para tomarnos de la mano hoy. Y alguien anhela que nosotros tomemos la suya. ¡Recordemos aferrarnos los unos a los otros!