Madrugada 1 de Junio 2013

Aquellos hombres habían visto sus milagros, pero no pueden reconocerle. Todo el pueblo acude a Él y los enfermos vuelven curados... Y sin embargo, sus oídos están sordos, y la luz que a todos ilumina y sana, parece, en su caso, haberles cegado.

No reconocerán su poder, ni su autoridad, pero lo más grave es que tampoco verán su amor y su bondad. La razón la profetiza el mismo Jesús: Vosotros no queréis venir a mí para tener vida. (...) Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae (Jn 5, 40.44). A los hombres nos cuesta reconocer el derecho que Dios tiene a ser el dueño de nuestras vidas y a meterse en nuestros asuntos. Como sucedía con los escribas, celosos de su propia autoridad, no permitimos a Jesús entrar en ciertas parcelas de nuestra vida, sin darnos cuenta que con esta actitud impedimos al Señor su acción. Porque Él se adapta a nuestra libertad, y sólo puede hacernos más felices si renovamos nuestra fe, si acudimos a la oración humilde del que se siente necesitado, y si confiamos en que su gracia y poder divinos unidos a nuestras pobres fuerzas pueden lograr lo que deseamos de corazón. (fuente: catholic.net)






¿Que pasa que somos menos? ¿Hay muchos problemas? ¿Perdemos la fe?... ¡¡¡Si Dios y María nos quieren a como de lugar!!!


Querido Jesús, abre mi mente y, sobre todo mi corazón, para descubrir el tesoro de mi fe en tu Evangelio. Ayúdame a creer, aunque me duela, porque implique el que tenga que cambiar mi modo de pensar, mis ideas, donde me he «acomodado» para evadir toda exigencia. Dame la fuerza para dejar atrás mis prejuicios e inseguridades. ¡Muéstrame el camino de tu amor! (fuente: catholic.net)